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lunes, 1 de noviembre de 2010

La Revolución Industrial: Introducción

                Desde su aparición en el neolítico, la agricultura, asociada a la ganadería, fue la fuente de recursos más importante para la humanidad. El mundo hasta mediados del siglo XVIII presentaba una increíble homogeneidad en su desarrollo económico-social entre las distintas regiones del mundo. La humanidad vivía mayoritariamente en el campo siguiendo el ritmo de los ciclos agrícolas.
                En cambio, a partir del siglo XVIII, comenzaron a producirse una serie de transformaciones que, difundidas lentamente, desplazaron el eje de la economía hacia otras actividades productivas: la industria, la producción de energía, la multiplicación de servicios. Esta diversificación fue lo que se ha denominado Revolución Industrial.
                Desde Inglaterra, la revolución se fue extendiendo en el siglo XIX a otros países, pero allí más que Revolución Industrial se hablaba de Industrialización, para indicar que fue un proceso más lento, realizado bajo la influencia de Inglaterra.
                Su primera etapa concluyó hacia 1870 con la creación de una fuerte industria y la extensión del ferrocarril, que se va a constituir en el símbolo del anhelado progreso que traía consigo. Un nuevo capítulo del proceso de industrialización  se inauguró con la utilización del petróleo y la electricidad. Fueron las nuevas fuentes de energía las que dieron nuevos bríos al proceso, ya que contribuyeron a multiplicar la oferta de servicios en transporte y en comercio. Sin duda, su característica principal  fue que provocó cambios continuos, una innovación permanente y abrió nuevas posibilidades de comercialización. En nuestros días, a partir de la década de 1950, se señala el punto de partida de una tercera etapa de la Revolución Industrial, la de las Telecomunicaciones y la Informática.
                Cabe recordar que el motor propulsor de la Revolución Industrial fue un nuevo grupo social, la burguesía. La nobleza europea occidental, tempranamente (siglo XI.XII) debió soportar el desarrollo de este sector social que ya no vivía del campo directamente, sino del comercio, del conocimiento o de su trabajo manual. Así, este sector social, que nació en desgreñados e insalubres burgos, fue acumulando poder en el transcurso de la Baja Edad Media, hasta constituirse, en algunas zonas de Europa occidental, en una sólida y poderosa burguesía. Este grupo social fecundó la expansión europea de los siglos XV y XVI y fue, posteriormente, motor impulsor de la Revolución Industrial y las revoluciones liberales del siglo XIX.

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